La crisis salva a la naturaleza
El freno a la expansión del cemento da una
tregua a parajes verdes y especies amenazadas
Los ecologistas piden el rescate del suelo
urbanizable sin edificar
La locura del
ladrillo hizo que
España fuera el país europeo que más suelo urbano fabricó entre 2000 y 2006,
según un reciente estudio de la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA por sus
siglas en inglés). Una serie de mediciones tomadas por satélite han permitido
concluir que acaparó en este periodo el 24% del terreno que se urbanizó en la
Unión Europea. Le siguen Francia, con un 12% y Alemania, con un 9%. La crisis
ha conseguido frenar esta tendencia, para alivio de las tierras verdes y de
cultivo y algunas de las especies que viven en ellas. Pero ha dejado suelo
calificado como edificable para 35 o 40 años, a un ritmo medio bajo de unas
150.000 viviendas anuales, según datos del Sistema de Información Urbana,
dependiente del Ministerio de Fomento. O sea, 709.577 hectáreas rescatables
para la naturaleza.
Esa gran bolsa urbanizable es la
que los ecologistas quieren rescatar aprovechando el parón del ladrillo. Es
decir, volver a calificar como suelo rústico aquel para el que no se prevea un
uso inmediato. No será fácil, hay dinero por medio, o la promesa de dinero
futuro. “Ese suelo ya clasificado tiene unos valores de mercado, que también se
han colocado junto a los activos tóxicos, y revertir esta situación generaría
una pérdida de valor muy notable”, explica Rafael Mata Olmo, catedrático de
Geografía y Ordenación del Territorio de la Universidad Autónoma de Madrid.
Tampoco podría hacerse aludiendo simplemente a que no hay expectativas de
desarrollo o que tienen un gran valor ambiental, añade. El proceso, lento,
requeriría en muchos casos acudir a los tribunales.
En la organización Seo Bird Life
recuerdan sus intentos infructuosos para comprar terrenos agrícolas en la zona
de Alcalá de Henares (Madrid) con la intención de recuperar al cernícalo
primilla. Les fue imposible. “Los propietarios no perdían la esperanza de que
ese suelo fuera recalificado y conseguir un mayor aprovechamiento”, explica
José Luis Atienza. La organización conservacionista, muy activa judicialmente,
detecta ahora, sin embargo, “cierto interés judicial” por revisar los suelos
catalogados como urbanizables y volver a protegerlos. “Venimos solicitando que
se preserven y por lo general se concede”, dice Atienza. La ONG también ha
pedido a los partidos políticos que se incluya una cláusula en la Ley del Suelo
para que toda superficie urbanizable que no se haya desarrollado en 10 años
vuelva a su estado habitual.
“Nuestro estilo de vida asociado
a un gran consumo está presionando la tierra”, asegura Hans Bryninckx, director
de la Agencia Europea del Medio Ambiente. Pero más allá de la proporción de
tierra que se cubre con cemento hay otro efecto: las carreteras y otras
infraestructuras están erosionando progresivamente hábitats muy valiosos con
grandes consecuencias para las especies más amenazadas de Europa.
En el caso de España, las zonas
urbanas han usurpado terrenos principalmente agrícolas. Las más afectadas por
la ocupación artificial han sido Madrid, la costa mediterránea (Alicante,
Valencia, Murcia, Islas Baleares y especialmente Castellón), áreas estratégicas
de Zaragoza, zonas próximas a grandes núcleos, como Toledo, o ciudades que
partían con una ocupación muy baja, entre las que destacan Ourense o
Valladolid. Estos crecimientos, advertidos en un trabajo de Cristina Zamorano
realizado en 2012 para el extinto Observatorio de la Sostenibilidad de España,
se han confirmado en el mapa recientemente trazado por la Agencia Europea de
Medio Ambiente.
Además de
atentar contra especies amenazadas, la construcción desenfrenada ha invadido superficies inundables (lechos de ríos o primeras líneas de
playa) y se han agravado los efectos de las catástrofes naturales como
inundaciones o grandes nevadas. “La Ley de Suelo de 1998, del PP, no
especificaba claramente que no se puede construir en zonas afectadas por
riesgos naturales”, apunta Jonathan Gómez Cantero, climatólogo experto en
riesgos naturales. “Ahora no hay municipio mediterráneo que no tenga un cauce
construido y eso aumenta enormemente la vulnerabilidad de las personas”, añade.
Un buen planeamiento urbanístico
no evita por completo las inundaciones, pero puede hacer que no sean
catastróficas. Gómez Cantero pone como ejemplo las últimas inundaciones en el
Pirineo, donde hay también riesgos de desprendimiento. “En Castro Urdiales
(Cantabria), por ejemplo, había una urbanización frente al mar que se
promocionaba con el eslogan ‘te salpicarán las olas’: me parece increíble”, se
lamenta.
En 2004, España llegó a construir
600.000 viviendas, más que en Alemania, Francia e Italia. “El crecimiento no
tenía límites”, describe Sebastián Grau, presidente de la Asociación Española
de Técnicos Urbanistas. Ahora el panorama es distinto. Los esfuerzos del sector
se concentran en la rehabilitación, en que las ciudades crezcan hacia dentro.
En junio, el Gobierno aprobó la Ley de Rehabilitación, Regeneración y
Renovación Urbana. En el preámbulo de la norma se considera “muy difícil” que a
corto o a medio plazo los sectores de la construcción e inmobiliarios puedan
seguir transformando suelos vírgenes y construyendo vivienda nueva. Hay 723.043
viviendas vacías.
El gran reto es recuperar el
entorno. Mientras los constructores se atrincheran, guardando posiciones y
esperando mejores años, ecologistas y geógrafos reivindican la necesidad de
proteger el excedente de suelo urbanizable. “Es un terreno abonado para la
construcción masiva, una bomba latente”, contempla Luis Jiménez, exdirector del
Observatorio de Sostenibilidad de España. La vuelta al verde original es una
misión titánica. “Una vez que se ha puesto un ladrillo es casi imposible
quitarlo”, asevera Mario Rodríguez, de Greenpeace.